Mario Vargas Llosa, el renombrado autor y pensador peruano, falleció el 13 de abril de 2025 a los 89 años, según un comunicado oficial emitido por su familia. Su partida llega tras una vida dedicada apasionadamente a la literatura y el pensamiento crítico, dejando un legado imborrable que abarcó no solo la narrativa literaria sino también un firme compromiso con la política y la defensa de la democracia. La noticia de su muerte ha repercutido en diversos círculos, evocando el impacto que su obra y su voz tuvieron en los debates sociopolíticos de América Latina, donde siempre defendió con tenacidad los valores republicanos y la libertad individual.
Un momento significativo del compromiso de Vargas Llosa con la discusión pública se produjo en 2018, durante un evento celebrado en Santiago de Chile, titulado ‘¿Qué es ser liberal?’. En ese encuentro organizado por La Otra Mirada, el escritor protagonizó un intenso intercambio de ideas con el empresario Axel Kaiser, quien argumentó que existían «dictaduras menos malas» en el contexto del desarrollo económico. Esta afirmación provocó la furia de Vargas Llosa, quien, fiel a su estilo confrontativo, interrumpió con firmeza, afirmando que tal razonamiento era inaceptable, lo que desató una ovación entre el público presente.
La defensa de los principios democráticos y la condena al autoritarismo fueron los pilares de la intervención de Vargas Llosa. Su postura clara y sin ambages, al afirmar que «las dictaduras son todas malas», resonó fuertemente no solo en el auditorio, sino también en las redes sociales y medios de comunicación. La controversia surgida de este debate sobre el liberalismo y el autoritarismo se intensificó, evidenciando la relevancia de los argumentos de Vargas Llosa y su rechazo a cualquier forma de relativismo en torno a gobiernos dictatoriales, incluso aquellos que podrían argumentarse como menos opresivos que otros.
La respuesta de Kaiser, quien trató de justificar su perspectiva comparando la vivencia bajo diferentes regímenes autoritarios, fue duramente criticada. Su comparación fue interpretada por muchos como una minimización de las atrocidades de las dictaduras en general. La firmeza de Vargas Llosa en este debate no solo dejó claro su rechazo a la noción de ‘dictaduras aceptables’, sino también la necesidad de mantener una postura ética al valorar el costo humano de cualquier régimen de opresión. Su frase memorable «Esa pregunta yo no te la acepto» se convirtió en un símbolo de la lucha por el respeto a la democracia en la región.
A raíz de esta confrontación, Kaiser intentó matizar su posición en redes sociales, sugiriendo que Vargas Llosa había hecho distinciones similares en diferentes contextos, incluyendo su apoyo en el pasado a una intervención militar para derrocar al régimen de Maduro. Sin embargo, la defensa de Vargas Llosa de la democracia como un fin en sí mismo, independientemente de las circunstancias económicas, reafirma su visión inquebrantable de que la lucha por la libertad no debería tener concesiones. En un mundo donde muchos argumentan por la estabilidad frente a la libertad, las palabras de Vargas Llosa resaltan la importancia de los principios democráticos como un bien invaluable que nunca debería ser comprometido.
