El Teatro Ictus, con más de 70 años de historia, se ha consolidado como un faro de resistencia, memoria y trascendencia en la escena cultural de nuestro país. Paula Sharim Kovalskys, una de sus integrantes, ha expresado su experiencia en este espacio, reconociendo cómo la memoria no debe ser vista como un pasado estático, sino como una parte activa y vital de su presente. En palabras de Sharim, las piezas que ya no están no solo son recuerdos, sino parte de la esencia misma de lo que somos y lo que creamos. Este enfoque invita a repensar nuestra relación con el legado y la historia, sugiriendo que cada elemento perdido puede convertirse en un vínculo significativo que nos permite entender y construir nuestra identidad colectiva.
Por su parte, Nicolás Zárate Zavala plantea una serie de interrogantes que evidencian la complejidad y la lucha interna del quehacer teatral. «¿Por qué Teatro?» se pregunta, cuestionando la rutina de representar historias conocidas, pero aún así persiste en este ciclo de amor y dolor. La omnisciencia de los personajes y la predecibilidad de la trama contrastan con la profundidad de la experiencia humana real. Con una lucha constante por encontrar sentido, Zárate reflexiona sobre la naturaleza misma del teatro como un espacio de resistencia, donde cada actuación puede ser una oportunidad para conectar con el público en un nivel más profundo y humano.
Emilia Noguera Berger, otra figura clave en el Teatro Ictus, destaca la importancia de la resistencia a lo largo de las décadas. Enfatiza que el acto de resistir no solo implica sufrimiento, sino también amor, pertenencia y la búsqueda de significado en el día a día. La unión de resistencia y memoria, tal como lo menciona Emilia, actúa como un motor que da vida al teatro; permite a los artistas recordar su historia mientras crean nuevas narrativas que impactan y reflejan la realidad social. Este vínculo entre lo cotidiano y lo trascendental es fundamental para mantener viva la llama del teatro como una forma de arte capaz de transformarnos y conectarnos.
El Teatro Ictus se enfrenta a un mundo que constantemente pone en duda la relevancia de las artes, impulsados por la superficialidad de las nuevas narrativas. Zárate recalca la urgencia de volver a las verdades, de contar historias que confronten las postverdades y la falta de memoria colectiva que amenaza a la sociedad. Su llamado a la acción resuena en el corazón del teatro, donde cada función puede ser una forma de resistencia a un entorno que silencia las voces de los artistas. Esta búsqueda de verdad en el teatro no solo resulta liberadora, sino que recuerda al público su papel fundamental en el reconocimiento y la preservación de una memoria compartida.
Finalmente, la triada de resistencia, memoria y trascendencia se convierte en el mantra vital del Teatro Ictus. Emilia concluye que, aunque resistir es una tarea difícil llena de obstáculos, la memoria es lo que le da sentido, alongando así el impacto de su trayectoria. Al comunicar estas ideas, el teatro logra no solo recordar a quienes han pasado sino también ofrecer un legado a futuras generaciones. Con sus siete décadas de historia, el Ictus reafirma su compromiso de ser un espacio donde la creación y la expresión florecen, invitando a artistas y espectadores a formar parte de una historia viva que sigue tejiéndose cada día.
