La reciente muerte de dos buzos en menos de una semana ha vuelto a poner de manifiesto la grave crisis laboral que enfrenta la industria salmonera en Chile. Desde 2013, al menos 80 trabajadores han perdido la vida en esta actividad, según reportes del Centro Ecoceanos, lo que da cuenta de la alarmante tasa de mortalidad en el sector. El 17 de abril, un trágico accidente en un centro de cultivo de Aysén resultó en la muerte de Luis Godoy Mendoza, un buzo artesanal que trabajaba para la empresa Aerocam. El hombre falleció mientras realizaba tareas de limpieza en el casco de un pontón y, aunque la Armada intentó tratar de evacuarlo, llegó sin vida al puerto de Chacabuco. Entonces, a tan solo seis días de este evento, otro buzo de 29 años murió en Hualaihué al ser atrapado por la hélice de una embarcación.
Las circunstancias alrededor de estos accidentes han generado un llamado de atención sobre las condiciones de trabajo en la salmonicultura. La Policía de Investigaciones y la Armada han iniciado investigaciones para determinar si hubo negligencia por parte de las empresas involucradas, destacando que ambos casos están siendo tratados bajo la consideración de «posibles accidentes laborales». La Brigada de Homicidios de Puerto Montt ha subrayado la necesidad de esclarecer responsabilidades en la muerte de los jóvenes buzos, ya que la falta de rendición de cuentas puede perpetuar un ciclo de muertes evitables en el sector.
Los datos recopilados por Ecoceanos revelan una tendencia inquietante en la mortalidad laboral dentro de la industria salmonera, la cual ostenta la más alta tasa de muertes de buzos a nivel mundial. En 2021, 11 trabajadores perdieron la vida, seis de ellos eran buzos. Para 2022, de los seis fallecimientos reportados, tres correspondieron a buzos. La externalización de servicios y la falta de controles efectivos se han identificado como factores que agravan la situación, al tiempo que limitan el acceso de los trabajadores a medidas básicas de seguridad social, como la sindicalización y seguros de invalidez.
El modelo de subcontratación predominante en la industria salmonera ha sido objeto de críticas crecientes, ya que permite que las empresas evadan la responsabilidad directa por la seguridad de sus trabajadores. Se estima que alrededor del 40% de los empleados en este sector son temporeros, lo que aumenta su vulnerabilidad frente a peligros laborales y condiciones inadecuadas. Aunque el Servicio Nacional de Pesca y la Dirección del Trabajo están habilitados para realizar fiscalizaciones, las muertes continúan, mientras que la cifra de casos sin resolución en el Ministerio Público se eleva, lo que refleja la ineficiencia del sistema ante esta crisis.
La ineficacia de las acciones estatales en la protección de los trabajadores salmoneros se hace aún más evidente al considerar que Chile, a pesar de ser el segundo productor mundial de salmón, muestra la peor tasa de mortalidad laboral de su industria, superando a Noruega, donde los casos son significativamente menores. Juan Carlos Cárdenas, director de Ecoceanos, ha enfatizado que estas muertes son el resultado de un sistema que prioriza las ganancias sobre la vida humana, y nace la exigencia de comunidades costeras y sindicatos de poner un alto a la expansión del sector, exigiendo que se garantice la seguridad laboral y la protección del medio ambiente antes de continuar con el crecimiento de esta industria.
