A tres años del plebiscito constitucional en Chile, donde la opción «rechazo» se impuso con un 62%, el periodista y exconvencional Patricio Fernández Chadwick reflexionó acerca del proceso. En una entrevista con El Diario de Cooperativa, Fernández calificó la experiencia como un «fracaso» y una «farra» caracterizada por una excesiva «embriaguez política». Este sentimiento permeó tanto dentro como fuera de la Convención Constitucional, donde las pasiones se transformaron en caricaturas, eclipsando cualquier intento de moderación y diálogo.
El impacto de esta derrota fue significativo para el Gobierno de Gabriel Boric, que tras el plebiscito tuvo que reconfigurarse. Fernández explicó que, luego de la crisis, el gabinete se reformuló con figuras como Carolina Tohá y Mario Marcel en roles clave, marcando el inicio de una nueva etapa política. «El gobierno soñaba con ser otra cosa de lo que fue», afirmó Fernández, quien subrayó que el resultado del plebiscito tuvo consecuencias profundas que determinaron el rumbo del Ejecutivo.
Pese a los excesos y la polarización del debate constituyente, ciertos temas abordados continúan siendo relevantes. Fernández indicó que ejes como el pacto con la naturaleza, los derechos de las mujeres y los derechos sociales básicos, como salud, educación y vivienda, no han perdido vigencia. «Son temas que volverán a estar en la mesa de discusión», afirmó, haciendo hincapié en la necesidad de construir acuerdos políticos que sean duraderos y representativos.
Una de las lecciones principales extraídas del proceso, según Fernández, es la importancia de abordar las transformaciones de manera gradual y reformista. Este enfoque, sugirió, podría ser más efectivo que buscar soluciones rápidas en temas complejos. Esta reflexión se encuentra en el centro de un debate que afecta a la izquierda no solo en Chile, sino a nivel global, donde las expectativas de cambio pueden llevar a desilusiones si no se manejan con cuidado.
Por último, el exconvencional advirtió que el plebiscito de 2022 no solo alteró la estrategia del Gobierno, sino que también desarticuló un orden político que había estado vigente desde 1988. Este quiebre, según Fernández, abre la puerta a un reordenamiento o incluso a un desconcierto dentro del sistema político chileno, donde la necesidad de encontrar nuevas formas de gobernanza y diálogo se vuelve urgente y esencial para el futuro del país.