La VIII Encuesta de Microemprendimiento (EME) reveló que un notable 54,2% de los microemprendedores en Chile opera de manera informal, lo que pone de manifiesto la precariedad en el sector. Esta cifra, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y el Ministerio de Economía, Fomento y Turismo, representa un ligero descenso en comparación con el 58,3% registrado en la encuesta anterior de 2022. Entre las razones más citadas para la falta de formalización se encuentran la percepción de que sus negocios son demasiado pequeños o poco frecuentes para requerir registro, así como la idea de que este trámite no es esencial para su funcionamiento. Esta situación afecta en mayor medida a las mujeres, quienes representan el 59,0% de los informalmente empleadores, frente a un 51,0% de hombres en la misma situación.
La encuesta también destaca que el emprendimiento es una cuestión de necesidad para el 49,4% de los microemprendedores, mientras que un 34,8% se embarcó en esta aventura por identificar oportunidades de negocio. A pesar de que un 60,4% de ellos comenzó con recursos propios, solo un 12,2% optó por financiamiento a través de préstamos. Estos datos subrayan la iniciativa individual y la resiliencia de quienes han decidido tomar el rumbo del autoempleo en un contexto desafiante.
En cuanto a los ingresos, los datos evidencian que los microemprendedores alcanzan, en promedio, un ingreso mensual de $828.612. Sin embargo, es preocupante que alrededor del 76,9% de ellos obtiene ganancias iguales o inferiores a esa cifra, con un ingreso mediano estimado en $400.000. Esta realidad resalta las limitaciones que enfrentan muchos emprendedores para escalar y mejorar sus condiciones de vida, reflejando las estructuras económicas que perpetúan la vulnerabilidad.
Un aspecto alarmante de la EME es la carga de trabajo que soportan los microemprendedores, ya que el 92,0% de ellos también se dedica a tareas de trabajo doméstico o cuidados no remunerados. Las mujeres microemprendedoras son quienes más tiempo invierten en estas actividades complementarias, con más de 11 horas diarias de trabajo total. En contraste, los hombres dedican aproximadamente 10 horas y 43 minutos. Esta desigualdad en la distribución del trabajo refleja las dinámicas de género en el país y cómo impactan en la economía de los hogares.
La EME, que se lleva a cabo desde 2013 cada dos años, se ha convertido en una herramienta clave para comprender la diversidad de los microemprendimientos en Chile, abarcando tanto actividades formales como informales en todos los sectores económicos. Esta investigación no solo ofrece un panorama claro de la situación actual, sino que también permite identificar áreas donde intervenciones y políticas pueden ser implementadas para mejorar las condiciones de trabajo y vida de los microemprendedores, quienes son esenciales para el tejido económico y social del país.














