Este domingo, Venezuela se prepara para enfrentar un evento electoral crucial en el que Nicolás Maduro se postula por tercera vez en las urnas. En las elecciones de 2013, Maduro logró una victoria ajustada sobre Henrique Capriles tras la muerte de Hugo Chávez, pero en 2018 se impuso con un contundente 68%, pese a las numerosas denuncias sobre la falta de transparencia y garantías. La atmósfera política actual es tensa, y este año la principal fuerza opositora, representada por la Plataforma Unitaria Democrática y su candidato Edmundo González, llega con una ventaja de 30 puntos en las encuestas, lo que añade un nuevo nivel de complejidad a la contienda electoral.
Ante esta situación desfavorable, Nicolás Maduro ha tomado medidas drásticas para tratar de consolidar su control sobre el proceso electoral. Entre las acciones más destacadas se encuentran la inhabilitación política de la opositora María Corina Machado, así como ataques sistemáticos a la prensa internacional y la creación de obstáculos para el voto de aproximadamente 4 millones de venezolanos en el extranjero. Además, ha prohibido el ingreso de observadores internacionales independientes, dificultando aún más la supervisión del proceso. Este escenario ha llevado a muchos a preguntarse si las elecciones pueden ser consideradas justas y libres.
Maduro ha hecho declaraciones alarmantes, insinuando que una posible derrota desencadenaría un «baño de sangre», lo que refleja una lógica de confrontación que podría tener graves repercusiones no sólo en Venezuela, sino en toda la región. Este clima de violencia potencial se apoya en su afirmación de contar con la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, que ha descrito como parte de una «unión cívico-militar-policial perfecta». Esta retórica provocadora ha atraído la atención internacional, entre la cual se destaca la opinión del presidente brasileño Lula da Silva, quien subrayó la necesidad de que Maduro comprenda que, ante una derrota, debe retirarse del poder.
En medio de esta agitación política, emergen cuatro escenarios posibles para el futuro inmediato de Venezuela, los cuales tienen distintas implicaciones para países como Chile. El primer escenario plantea un retorno de Maduro al poder con una victoria aplastante. La segunda posibilidad contempla su derrota y la eventual negociación de una transición pactada. Un tercer escenario sugiere un autogolpe blando por parte de Maduro, y el cuarto, una fragmentación de las fuerzas armadas que podría desencadenar una guerra civil. Cada uno de estos resultados podría impactar de manera significativa la crisis humanitaria en Venezuela y las dinámicas migratorias hacia Chile.
Finalmente, el contexto electoral en Venezuela y sus posibles desenlaces son seguidos de cerca por figuras políticas y sociales en Chile. Un triunfo de Maduro podría exacerbar los flujos migratorios y complicar la crisis humanitaria, mientras que una transición democrática podría ofrecer la oportunidad de reencauzar a muchos venezolanos hacia su país, favoreciendo la reunificación familiar. Por tanto, es crucial que los actores chilenos estén preparados para enfrentar los desafíos y aprovechar las oportunidades que surjan en el escenario post-electoral, en un momento en que la política internacional en América Latina es más incierta que nunca.