Las comunidades costeras de la Patagonia han alzado su voz una vez más, acusando a la industria salmonera de mantener una impunidad alarmante a pesar del desastre ambiental ocurrido en el Fiordo Comau. Este lugar, vital para la biodiversidad, se vio devastado en marzo de 2021 cuando una floración algal provocó la muerte de miles de toneladas de salmones. A cuatro años de este evento catastrófico, las comunidades originarias y organizaciones defensoras del medio ambiente resaltan la falta de responsabilidad de las empresas involucradas, señalando que, mientras no se han establecido responsables, las salmoneras siguen operando en la misma región afectada, amenazando la recuperación de un ecosistema delicado.
En el corazón del Área Marina Protegida Comau-San Ignacio de Huinay, el impacto de la salmonicultura sigue siendo devastador. La presencia de 17 centros de cultivo ha se convertido en un polvorín ecológico, donde productos de los salmones se mezclan con las aguas, alimentando la proliferación de algas nocivas como Heterosigma akashiwo. Juan Carlos Viveros, representante de la organización Defendamos Chiloé, enfatiza que es incompatible mantener la industria salmonera en áreas protegidas, subrayando que el caso del Fiordo Comau debería ser un llamado de atención sobre la urgente necesidad de regular y limitar dichas actividades en zonas de importancia ecológica.
Yohana Coñuecar, vocera de la Red de Mujeres de Pueblos Originarios Defensoras del Mar, critica las acciones de la empresa Camanchaca, que ha intentado establecer convenios y planes educativos en respuesta al desastre. Coñuecar describe estos esfuerzos como un intento de lavado de imagen, en lugar de asumir la responsabilidad por el daño causado. La falta de un estudio científico independiente que analice las verdaderas causas de la crisis en el fiordo ha generado más indignación entre las comunidades, quienes consideran que sin una investigación rigurosa, el país no podrá avanzar en la protección de sus ecosistemas marinos.
Fernanda Durán de Salmones Camanchaca, por otro lado, arguye que la protección del Fiordo Comau debe ser una responsabilidad compartida y promueve una colaboración que incluya actividades científicas y turísticas. Sin embargo, los críticos sostienen que estas iniciativas, en el contexto actual, no abordan las preocupaciones fundamentales sobre la operación continua de la industria salmonera en el área afectada. Coñuecar advierte que el impacto de los barcos wellboat, acusados de ser vectores de contaminación, no ha sido estudiado adecuadamente, poniendo en riesgo el delicado ecosistema marino.
Expertos como Verena Häussermann han documentado la alarmante disminución en la diversidad biológica en el Fiordo Comau, indicando que las salmoneras han ampliado su presencia, lo que ha provocado cambios drásticos en el ecosistema. Las comunidades locales han formado movimientos como «Áreas Protegidas Sin Salmoneras» para exigir la exclusión de la industria en zonas protegidas y demandan acciones concretas del Gobierno para prevenir desastres futuros. A medida que persisten la falta de fiscalización y la proliferación de prácticas perjudiciales, la lucha por la justicia ambiental se intensifica, con un llamado claro: proteger el patrimonio natural de la Patagonia.
